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García Canclini: Pensar al educador como mediador

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Gracias a Carlos Alberto Scolari, accedemos a esta entrevista realizada por Silvina Chmiel y publicada en Letra Urbana (@LetraUrbana): Claves para pensar en este extraño mundo. Entrevista a Néstor García Canclini. Ciudad de México.

García Canclini nació en Argentina, se doctoró en París y reside en México. Se formó como filósofo, escritor, académico, antropólogo, sociólogo y crítico cultural. A su currículo le suma el dialogo constante con los artistas, intelectuales y científicos de diversos campos. Esta riqueza de perspectivas le permite enfocar los puntos donde los fenómenos se intersectan, y así entender la complejidad de lo que acontece. Actualmente Néstor García Canclini es Profesor Distinguido en la Universidad Autónoma Metropolitana de México. El Premio Nacional en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, otorgado por el Gobierno de México en 2014, es el último que ha recibido.

Transcribiremos un fragmento del artículo, que está relacionado con la educación, las formas de leer en pantallas y la recomposición del saber, que no es sólo tecnológica, sino también sociocultural.


—Comencemos hablando de educación. ¿Deberíamos repensar el oficio del educador?

Efectivamente desde distintas posiciones se está retrabajando, hace ya varios años, para qué sirve la educación, cómo podemos formarnos los profesores y relacionarnos con los alumnos y con las sociedades en mutación. Con frecuencia, esta preocupación se asocia con las innovaciones tecnológicas, la aparición de formas de leer en pantalla y de organizar el conocimiento con parámetros distintos a los de la cultura letrada. A mí me parece que esa es una parte indispensable, pero también el cambio en el papel de los educadores tiene que ver con la reorganización y desorganización de los conocimientos. No es posible pensar al educador como transmisor de saberes consolidados, sino como mediador que escucha, que articula conocimientos y busca con los alumnos, tratando de entender el sentido que ellos atribuyen a las innovaciones.

A propósito de este tema, justamente, hay una preocupación que aparece en el último libro que publiqué El Mundo Entero Como Lugar Extraño, y que he desarrollado después en una investigación que acabamos de hacer con un equipo en México, que se titula Hacia una antropología de los lectores. Allí observamos que la mayor parte de las encuestas de lectura siguen cuantificando lo que se lee en papel, pero prestan poca atención a lo que se lee en las pantallas… ¡y le dedicamos muchísimo tiempo a leer y escribir digitalmente! Entonces, necesitamos reorganizar la manera de conocer, de valorar lo que se lee en el aula y en familia, o en muchos otros espacios en que estamos leyendo constantemente: correos electrónicos, mandamos mensajes de texto, o mientras esperamos el transporte y viajamos en él, y así en muchas escenas. Entonces la tarea de los maestros y profesores es considerar esa recomposición del saber, que no es sólo tecnológica, sino también sociocultural.

—¿Es necesario  acudir al saber interdisciplinario, para poder diseñar propuestas?

Sí, es la única manera de abarcar la complejidad y la interrelación entre procesos sociales, económicos, políticos y culturales. Hace tiempo que hemos descubierto la necesidad de producir equipos transdisciplinarios, pero parece que cuesta aún reconocer que no hay textos sin contextos, que no hay comunidades sociales sin comunicaciones. Al decir esto estamos implicando que el estudio de los discursos no puede ser un análisis netamente discursivo sin analizar las condiciones sociales de producción y circulación, y que los estudios de comunidades sociológicas o antropológicas no pueden desconocer los procesos comunicacionales, ni a la inversa.

—¿Es en el espacio de la interacción donde tenemos que poner la mirada?

En las muchas interacciones que se empalman y se complementan. En las interacciones presenciales combinadas con las digitales, que no se sustituyen. Hay que cuidar no deslumbrarnos con el último aparato tecnológico y creer que eso anula los anteriores. Ni el cine eliminó al teatro, ni el video eliminó al cine, ni la televisión suspendió otras formas de comunicación comunitaria. Lo digital viene a articular textos, imágenes y sonidos, en un universo muy interrelacionado. Por eso, la propia estructura de la producción cultural contemporánea y los usos que hacemos en los aparatos que llevamos en la mano, obligan a pensar todos los lenguajes y formatos interconectados.

—Entonces, ¿dónde formamos hoy nuestra identidad de ciudadanos?

Se modifican aceleradamente los requisitos para poder ser ciudadanos: por una parte por el tipo de saberes que antes proporcionaba la escuela, y ahora se van adquiriendo en gran medida fuera del sistema escolar: en la televisión, en Internet o en otro tipo de interacciones sociales. Para mí eso está asociado a una pregunta todavía más radical que es dónde ser ciudadano, y hay que preguntarnos para qué y en qué lugar vamos a ejercer ese conjunto de saberes que adquirimos para ser ciudadanos (...) 

—¿Qué está investigando ahora? ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Estoy acabando, con un equipo de investigación, un estudio sobre los modos de comportarse de los lectores, combinando la lectura en papel y en pantallas. Saldrá a principios de 2016 el libro Hacia una antropología de los lectores, donde se verá que la etnografía de cómo se lee ahora cambia la perspectiva que han dado las encuestas, dominadas por la preocupación de cuánto se lee (en papel). No leemos menos; leemos en más soportes y de otras maneras.

Leer la entrevista completa en Letra Urbana.

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